Queremos que nuestros alumnos tengan convicciones, que abracen ideales nobles y que deseen hacer el bien, pero esto sólo se puede conseguir en un ambiente de libertad.
Cuando los niños son más pequeños es necesario que su vida sea muy conducida, porque no tienen la madurez ni los elementos de juicio para decidir muchas cosas por sí mismos. Sin embargo, a medida que crecen, es importante que también se amplíen los espacios de libertad, para que, de este modo, vayan asumiendo progresivamente su propia vida de manera responsable.
En nuestros colegios se hace un gran esfuerzo por promover la autonomía de nuestros alumnos. No se trata de permitir que los alumnos hagan lo que quieran (esto sería educativamente muy irresponsable), sino de construir un proceso paulatino de transmisión de virtudes, en un ambiente en el que se espera cada vez más de ellos.
Para una adecuada educación en libertad es clave la confianza. Todo padre y educador puede constatar con alegría que los hijos y los alumnos suelen reaccionar muy bien ante las muestras de confianza. Por ejemplo, planteando desafíos exigentes mientras se les acompaña a lo largo del camino; permitiendo que los hijos/alumnos decidan y corran el riesgo de equivocarse, lo cual probablemente les hará crecer en autoconocimiento y sensatez; poniendo en evidencia las propias luchas personales mientras nos esforzamos por darles buen ejemplo; y así, tantas manifestaciones distintas, por las cuales, se les transmite que esperamos algo grande de parte de ellos y que creemos que serán capaces de alcanzarlo.