Corría el año 1989 cuando un grupo de padres y madres, que venían recibiendo la formación espiritual del Opus Dei, se juntaron en alguna oficina de Concepción, para dar vida a un colegio de mujeres y un colegio de hombres que les ayudaran, a ellos y a muchos, en la maravillosa tarea de la educación de sus hijos.
Aún antes de su nacimiento, fue soñado y pensado para formar a muchas generaciones, a miles de jóvenes, conforme a una firme y auténtica visión trascendente del ser humano. Mejor expresado: fue soñado y pensado para acompañar y ayudar a las familias –padre y madre- para que puedan cumplir
cabalmente con el derecho y deber irrenunciables e irremplazables que les asiste en la formación y educación de sus hijos. Son ellos los primeros y principales responsables de su educación, tanto en lo humano como en lo sobrenatural. El colegio, es sólo su socio en este hermoso quehacer.
Como un deber de justicia, es menester dejar constancia de los nombres de esos primeros aventureros: María Eugenia Linazasoro, Edelira Fuentes, Haydee Athanasius, Domingo Donetch, Gerardo Sandoval y Abelardo González. No partían de cero, puesto que el modelo a seguir, en su esencia y en sus principales rasgos, había sido concebido y pensado por San Josemaría Escrivá de Balaguer por allá en la década de los sesenta. Es así como en España fue fundado el primero en el año 1951; hoy existen cerca de trescientos de estos colegios en diversos países en los que el Opus Dei desarrolla su labor; en Chile son más diez. Todos, dondequiera que existan, en medio de las más variadas culturas, razas e idiomas, comparten una misma visión, unos mismos principios, que no son otros sino entregar una educación centrada en la atención personalizada, el respeto a la libertad, el amor al trabajo bien realizado y el fomento de la responsabilidad personal, junto con un sentido cristiano de la vida.
Pinares nació chiquito el año 1991 en una casa ubicada en la calle Víctor Lamas 1150, con apenas un curso de 18 alumnos. Al cabo de treinta años, han pasado por él veintiuna generaciones y ha tenido cuatro directores cuyos nombres, por gratitud, deben quedar grabados en la memoria del colegio: Marco Antonio Ramis, Juan Andrés Vallejo y Pablo Undurraga. Cada uno de ellos, junto al actual, Iván Escobar, han puesto lo suyo para formar esos trescientos exalumnos, haciendo del colegio lo que hoy es: un colegio consolidado, de alto prestigio académico y de firme compromiso con la formación de las virtudes y los principios cristianos de los alumnos.